Hasta aquí he logrado reconocer a tiempo sus celadas, sortear sus provocaciones, evitar enredarme en sus obscuros silogismos. Pero ésto no soluciona mi necesidad de ellos.
Sí, los necesito. Èsto está claro para mí. Pero no de una manera dependiente.
La necesidad bien entendida que tengo de ellos es de otra índole. Los necesito como espejos de mí misma, por decirlo así. O como puntos de referencia en los que orientarme después de cada experiencia, antes de cada nuevo encuentro.
Èste es el apoyo que me rehusan. Mis expectativas les resultan descabelladas, incomprensibles, peligrosas. Como reacción me ignoran, me condenan al ostracismo.
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