Me creen loca, incivilizada, salvaje. Y tal vez lo soy. Pero mi locura no es ni alucinatoria ni destructiva. Es la locura del juego, de la fiesta. Me afirmo en ella como defensa frente a la estéril seriedad que tratan de imponerme. Èsto naturalmente los saca de sus casillas.
Ellos simulan indiferencia, pero sólo para infundirme temor. Saben por supuesto de la necesidad individual de apoyo moral, y me lo rehusan. Quieren hacerme sentir en falta, culpable; obligarme a una retractación.
Y yo soy sólo una mujer. Con ésto quiero decir que su estrategia no deja de tener los efectos que buscan. Me hacen dudar, socavan mi autoestima, aniquilan mi motivación.
Pero te tengo a tí, querido blog. Èsto es algo que ellos desconocen. Los sé además incapaces de imaginar la fuerza que mis conversaciones contigo me comunican.
Incivilizada, salvaje? Claro, porque me juzgan desde su ceguera, desde su ignorancia, desde su conformismo. Civilización es para ellos sinónimo de norma, de previsibilidad. Para mí en cambio es lo que necesito transcender en una síntesis personal antes de alcanzar mi propia identidad.
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