Yo no sé si nuestra sociedad está cambiando. El otro día me aventuré en tres chat-rooms para un poco de charla. Uno después del otro, naturalmente.
Conocí un adolescente virgen, un tipo de 40 aňos cuya mujer había perdido interés en el sexo, y finalmente alguien que se definió a sí mismo como hijo de Satán. Todo lo que les interesó a los tres fue hablar de mi apariencia. Cuánto peso, de qué tamaňo son mis senos, si me gusta el sexo anal, cosas así. Ah, y la pregunta clásica: qué llevas puesto ahora?
Con los tres tuve cyber-sex, pero igual que con el sexo tradicional todo terminó en dos minutos. No hace falta decir que quedé insatisfecha.
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